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jueves, 18 de abril de 2019

HECHIZO, LLUVIA Y CONJURO EN RAMÓN MESA

Pedro Antonio Valdez presenta libro Hechizo de lluvia


Por Pedro Antonio Valdez





When I perhaps compounded am with clay, 
Do not so much as my poor name rehearse. 
But let your love even with my life decay
Shakespeare




Ramón Mesa nos ha convocado a la presentación de su más reciente publicación, una colección de poemas que ha titulado Hechizo de lluvia y otros conjuros, que sale bajo el cuidado del Grupo Editorial Aníbal Montaño… Al escuchar uno el nombre “Grupo Editorial” le puede llegar a la mente la idea de que el autor ha sido firmado por un poderoso consorcio. Se lo puede imaginar uno embutido en un saco y una corbata, con unas prendas de calamina que tras el primer avance se convertirán en blimblines de oro blanco, estampando su firma con un lapicero de oropel en un jugoso contrato superior al de los peloteros millonarios con los que comparte la ciudadanía sancristobalense. Sin embargo, pronto se da uno cuenta de que se trata de otra clase de empresa. Ese grupo es el brazo editorial de la Fundación Literaria Aníbal Montaño. Y esto le da una dimensión que las poderosas instituciones editoriales no suelen poseer.
          

Cuando uno evoca el apelativo de Mesa –porque así es que realmente se llama: Mesa–, le viene a la mente un hombre que no está solo. Nos aflora la imagen de un hombre bueno, con una locura que le permite apostar al desarrollo de gente desconocida. La Fundación Literaria Aníbal Montaño es una institución que sirve de guía para que una cala de los hijos de Machepa se pueda sublimar a través de la palabra y del pensamiento estético. De la labor de esta Fundación hay numerosos testimonios de calidad literaria, que se evidencian en publicaciones que circulan por el país. De esta manera el pan del verbo llega a niños que, se podría decir, aprenden a leer metáforas antes de deletrear el alfabeto. Es un curioso caso en que la literatura ha servido para elevar la dignidad personal de los habitantes de barrios y campos de nuestro país. Y lo han hecho con tanta calidad, que se me ocurre pensar que si en cada uno de nuestros municipios hubiese una fundación como esta, otra clase de colectividad seríamos. Se me pierde la imaginación de solo figurar qué sería hoy de mí, que vengo de un barrio, si durante mi niñez hubiera tenido acceso a una institución que funciona como un palacio de libros y poesía…
            
En efecto, referirse a Mesa es siempre hablar de Mesa y de más gente. Incluso en su ámbito familiar, forma una exquisita pareja con la escritora y gestora cultural Ysabel Florentino: ambos hasta parecen gemelos culturales, en tanto por sus venas corre la misma sangre de las letras. Lucen tan perfectos que hasta profundamente quisiera uno que fueran como se ven, más allá de las complicaciones que sin dudas constituyen el bregar de cerca con gente, porque merecen ser tan ideales como se ven. Hombre escritor, mujer escritora… y no sabe uno cómo diablos se las han ingeniado para tener hijos escritores. A veces pienso, con cierta envidia de la mala, que Mesa ha encontrado la fórmula de procrear hijos a los que no tiene que regalarle caros juegos electrónicos, sino baratos grandes libros de poesía.
            
No obstante, del Mesa que les debo hablar ahora no es verdaderamente el colectivo, el grandioso gestor cultural, el artista plástico o el investigador antropológico, sino del escritor. Específicamente, el poeta. No dejo de imaginármelo aguardando a que salgan los libros de los demás para que entonces salgan los suyos. Por supuesto, esta generosidad deviene también estrategia: a lo mejor el tiempo que le exige estar callado para difundir la voz de los demás le permite el silencio necesario para escribir, repensar y reescribir su propia obra.

El escritor Pedro Antonio Valdez y Ramón Mesa, durante la presentación  del libro Hechizo de lluvia en el Centro Cultural del Banreservas. Santo Domingo
El escritor Pedro Antonio Valdez y Ramón Mesa, durante la presentación
del libro Hechizo de lluvia en el Centro Cultural del Banreservas. Santo Domingo. 

El libro que en esta ocasión nos presenta, Hechizo de lluvia y otros conjuros, está constituido por tres clases de haceres poéticos escritos entre 2012 y 2016. Se trata de dos libros y pico en un volumen. El primero se intitula El amor es un misterio. Este, que funciona como primera sección, está dividido a su vez en tres partes, en cada una de las cuales somos atraídos al territorio obscuro de un ser-narrador fantasmagórico. Se trata de poemas enhebrados desde la penumbra del cementerio. La lógica, a lo mejor, la encontramos en esa dinámica de amar-morir que caracteriza al más elevado de los sentimientos eróticos. El amor adquiere aquí la textura emocional e incluso estética de la muerte…

Yo soy el único inquilino de la noche, donde otra madrugada se ha inventado con mi alma, su sombra sobrepasa los linderos infectados de nostalgia y agua bendita. Aquí vino a darme a luz la aurora, ningún ungüento calmó sus dolores de parto. En mí convergen todos los parámetros de distancia y tiempo.
(“Yo soy el único inquilino”).
            
Y desde este estado emocional de emulación ultraterrena, el poeta reclama su deseo amoroso:

Cierra los ojos
Abre tu pecho.
Reza conmigo: Quiero el pan de tus senos, mujer, practicar en tu vientre el milagro de los peces. Señor, he aquí el pan y el vino: carne de tu carne, sangre de mi sangre. ¡Salud!
(“Oración”).

            En esta parte del libro el lector puede desplazarse hacia el hallazgo de la verdad poética sin contratiempos. Aunque se plantea una realidad compleja, el poeta no enreda el recurso del lenguaje. Para esto compone los versos, básicamente en prosa, siguiendo una acertada secuencia sintagmática que permite emular la experiencia de lectura con la del hablante común, no necesariamente en el componente léxico, sino en la conjunción de conjuntos de palabras. En esta sección encontramos una armonía de registros lingüísticos que nos comunican con profundas imágenes poéticas a la vez que con estructuras discursivas que, con un sentido lúdico, conectan con usos convencionales para el hablante, como son los artículos del horóscopo o el ritmo íntimo de las cartas.
            
Juan Freddy Armando, Pedro Antonio Valdez y Ramón Mesa.
Juan Freddy Armando, Pedro Antonio Valdez y Ramón Mesa.


La segunda parte de este poemario es la que da título al libro: Hechizo de lluvia, fechada en 2015. Aquí el poeta fluye mediante el verso blanco. El amor y la muerte dan continuidad a la temática de la primera sección. Inicia así:

Yo, Ramón Mesa,
en pleno uso de mis facultades físicas y mentales,
obedeciendo a las intenciones más preclaras del deseo
y al amparo de los caprichos del corazón y la fe,
he venido a renunciar a la osamenta de mis días
calcinados por este fuego pretérito
que lame las horas cual caramelo.
(“Ontología del espectro y el esperma”)
            
Desde estas líneas, que fungen como primera estrofa del poemario, encontramos esa vinculación de la lengua en la estrategia denotativa y connotativa que encontraremos en todas las regiones del libro. Aunque se trata, en apariencia, de poemas reflexivos en los que el haber filosófico, como se espera, siempre conduce a la muerte, realmente estos versos constituyen un desprendimiento de la dinámica amor-muerte que hemos mostrado y que, por si existiera alguna duda, reencontraremos en poemas como “Carne de mujer”, “Noche de embrujo” o “Hoy es miércoles de ceniza”. Entonces, el amor y la muerte se despegan aquí de la estética tenebrosa para avanzar por los paisajes cerebrales del pensamiento, aunque sin abandonar sus raíces originales. Esto lo encontramos conjugado en el poema “Hechizo de lluvia”, una pieza de cristales en que significado y significante se vinculan con una armonía delicada, lo cual permite que el pensamiento, empapado de connotación poética, fluya hacia los lectores.

El amor tarde o temprano actúa como un golpe del corazón. El dolor está implícito, serenamente palpitante, terebrante en la proyección futura de toda experiencia amorosa. La búsqueda estética, a veces un final satisfactorio, constituirá la resiliencia esencial en la propuesta poética de Mesa. Su propuesta estética involucra un campo semántico abierto en que la palabra de alguna manera se repite en sentidos extraídos de la Biblia o de la santería. Estos vocablos funcionan como ungüentos emotivos que a la vez de resaltar la damnificación insuflan la idea del alivio.
            
El libro cierra con lo que parece un proyecto de poemario, escrito en 2016. Se trata de las partes de una serie dedicada a la imagen fresca y universal de la mujer, que es la muchacha. Está compuesta por cinco poemas de amor, en los que aunque el tema específico de la muerte no tiene una presencia tan directa, aunque por el simple hecho de ser amor y estar contenidos en este conjunto, nos recuerdan que detrás del placer de amar siempre acechará la vibración del sufrir.

Portada del libro Hechizo de lluvia de Ramón Mesa
Portada del libro Hechizo de lluvia de Ramón Mesa 


Hechizo, lluvia y conjuro son vocablos que se emparentan sus conceptos para mostrarnos un sentido obscuro y profundo que Ramón Mesa presenta en una dinámica de la muerte y el amor. Hechizo de la lluvia y otros conjuros es un libro plasmado por un poeta dedicado y exquisito. En su visión vibra una colectividad que funciona como vaso comunicante con su noción de la poesía. De esta manera en su experiencia el poema actúa como embase mágico que contiene en dibujos, a veces hermoseados, a veces desgarradores, la profundidad de emoción humano empujando hacia la realización poética.

Septiembre, 2018.


Las poetas de la Fundación Literaria Abíbal Montaño junto al escritor Ramón Mesa
Las poetas de la FLAM junto al escritor Ramón Mesa





Denny María López  en la presentación de Hechizo de lluvia


Ramón Mesa, Darihanna Mesa, Darihel Mesa e Ysabel Florentino.   Los Inseparables de la Cultura
Ramón Mesa, Darihanna Mesa, Darihel Mesa e Ysabel Florentino.
Los Inseparables de la Cultura
Foto familiar 




miércoles, 17 de abril de 2019

VISUAL 0.7 DE RAMÓN MESA: Cuando el arte lo transita todo


 Por Jesús Cordero

Toda argumentación crítica es siempre una antojadiza manera de agrupar y discriminar los  destinos consultados. Se vuelve  uno,  juez temporal de las raciones, buscador de los mitos y  misterios que se internan  adrede bajo una simple forma en plenitud;  podemos decir en descanso sobre el lienzo, en muerte voluntaria, en vuelo que estaciona a los propios elementos, tránsfugas estos de sus propias historias.


Ramón Mesa
 El arte, en Mesa, es una seducción que nos convoca, que nos delata transeúntes, viajeros  de las marcas, las sombras y sus detalles en movimiento. El arte aquí y desde aquí, lo transita todo, lo habita todo, se torna inevitable sin su acostumbrada ruta hacia el sur que es desde donde venimos y hacia donde volvemos, presos quizás de cada símbolo o de los componentes reales desde los que parte, para crear en el  conjunto conceptual de las formas,  una denuncia social, sexual y culto-espiritual que surge con sus primeras creaciones.

Con esta ingeniería de los símbolos nos acercamos a la desconstrucción de los mundos mentales, a la destrucción casi absoluta de la realidad mental, fortaleciendo el caos y desolando el universo de lo cierto para entonces crear, con la nada y con todo, la imagen que nos pertenece y que nos encarna desde lo soñado, desde lo impensado, lo que fuimos donde estábamos (en el sur,  perros fronterizos), lo que somos (Habitantes), donde estamos (amurallando el rio con sus propias piedras), y lo que pretendemos ser,( Habitantes del sueño), donde estaremos. Es una realidad más allá de nuestra realidad. Es una genérica fuente con la que contamos y que viene de nuestros ancestros, de la agresividad con que se fundamenta su historia, de la sangre derramada; hundida fatalmente sobre la tierra; tierra que parió la bayahonda, la guasábara, los cactus y a nuestros padres.

Ramón Mesa. De la serie El Perro fronterizo. Año 2005. 

Pero, ¿cómo estudiar y entender esta antología pictórica, cómo definir las técnicas, los estilos, sin  la necesidad de mencionar a otros artistas que tienen nombres y apellidos del tamaño de sus obras, sean estos provincianos, nacionales o internacionales; cómo no buscar  en el manejo diestro del pincel las líneas que definen un dibujo concreto bajo una conducción sencilla  en la ligera forma en que bosqueja los trazos, en la grafía memorial de lo rupestre y las cavernas; cómo decodificar por separado la luz y la sombra; cómo juntarlas luego; cómo determinar la libertad de idea o la presencia umbilical de ciertos ismos en los que nos mete la farándula artística y quienes agrupan para  definir criterios y sitios comunes? Prefiero definir contrastes y decir que es el negro su fondo preferido, su cortina inmensa donde oculta muchedumbre de ángeles y demonios, de sueños que se rompen o se crean con la misma intensidad, muchedumbre de ojos que miran desde  la inquietud la quietud de los otros.
Ramón Mesa. de la serie Habitantes.
Acrílica sobre tela.

 Sumado a lo anterior intento decir que reposan  acrílica sobre tela en 30 por 40 y otras tantas exageradas medidas que se suman de manera muy apropiada al concepto general y que no es tan fácil decirlo sin que nos dejemos  llevar por los elementos que le dan el grueso a su estructura y que son estampas identidarias de nuestra regionalidad?


Siempre habrá un solo método para este estudio, uno al que invito y el que  nos puede convertir en críticos experimentales de estos tiempos, conocer el sur. Descubrir el desierto musical de sus raíces cuando brota la noria y una casa mental da vuelta en nuestras cabezas   y nos rompe como cristal impuro la memoria. El sur, en Mesa, es sueño, hábitat de creencias que nos convidan a ser, a resucitar bajo las piedras lanzadas desde el Nigua, a morder como los perros el  polvo de la luna y  un sol que se tatúa ardiendo las espaldas. Visual 0.7, no es más que una congregación de lo trascendente y de lo íntimamente colectivo. 




Ramón Mesa, de la serie EL PERRO FRONTERIZO. Técnica mixta/tela. Año 2005.







Ramón Mesa. Serie Roja. Dimensiones: 30x40 pulg.
 técnica mixta/tela. Año 2007.  





Ramón Mesa. Obra de la Serie Piedras para amurallar el río.
Técnica mixta/tela. 30x40 pulg. 







Ramón Mesa. De la serie 7 versiones para una crucifixión.  


RAMÓN MESA O EL ELOGIO DEL CONCEPTO PICTÓRICO


Crítico de arte Basilio Belliard presenta exposición de Ramón Mesa

Por Basilio Belliard



Entre el cielo y la tierra, los ríos simbolizan la vida, en su eterno fluir, tal y como lo poetizó Jorge Manrique en su célebre poema Coplas a la muerte de su padre, al cantar que: “nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir”. Los ríos, pues, representan la dialéctica de la vida y la muerte: encarnan el tiempo, en su efervescencia constante, y su fluir dinámico y eterno. Pueden ser fuentes de inspiración de poetas y artistas, como lo ha hecho el pintor y escritor san cristobalense, Ramón Mesa, en su Exposición Pictórica Individual, titulada Visual 0.7, y en la Serie “Piedras para amurallar el río”.

Esta muestra de cuadros -en técnicas mixtas- articula una visión estética del paisaje, desde el horror y el espanto. Los peces y las piedras son los protagonistas, en un ritual abstracto de la contemplación visual. Peces esqueléticos que naufragan, víctimas de las inundaciones; apologías de las piedras y alegorías del futuro, esta serie de pinturas prefiguran una memoria de la lluvia y de la vida. Física y metafísica, ciencia y ficción visual, esta exposición representa un ritual onírico de la abstracción, con la que Ramón Mesa se consagra -a mi juicio- como un artista plástico que le imprime un matiz lírico, de raigambre conceptual, a su universo visual. Era de esperarse, pues se trata de un escritor de sensibilidad poética y un pintor de imaginación conceptual. Mesa se inscribe en una larga tradición de pintores-escritores que se remonta, elocuentemente, a William Blake y Henri Michaux, a Rafael Alberti y José Hierro, a más de los surrealistas, quienes sostuvieron un diálogo onírico entre la pintura y la poesía, como lo hicieron, en su época, los románticos.

El artista plástico Ramón Mesa y el crítico de arte Basilio Belliard en la presentación de la exposición Visual 0.7
El artista plástico Ramón Mesa y el crítico de arte Basilio Belliard

Códigos y símbolos algebraicos conforman una semántica visual, cuyo epicentro de abstracción reside en el agua –del río o de la lluvia que cae. “Poética del espacio”, caudal de luz y de sombra, Visual 0.7 es, en cierto modo,  un elogio a la tecnología y a la naturaleza. Memoria y futuro se entrelazan, matrimonian y yuxtaponen, entre la angustia del devenir y la nostalgia del dolor. En ese sentido, su propuesta pictórica actúa no como sátira ideológica al medio ambiente, sino como crítica, desde una perspectiva artística trascendente.

Conocí a Ramón Mesa como cuentista y luego como un eficaz gestor cultural. En los últimos años también lo he visto en su faceta de pintor, y cada vez me sorprende su evolución trasformadora, en el orden estético, y su potencia conceptual, destreza técnica y dominio de la composición abstracta. Sus cuadros se leen como poemas visuales, de una espléndida orfebrería técnica y textural, así como de una insólita variedad expresiva. Su gramática plástica y sintaxis visual nos hacen evocar a Antoni Tápies y a Kasimir Malevich, así como a otros artistas informalistas  y expresionistas. La magia de su paleta, en lo atinente a transferir e imbricar códigos visuales y aliento poético a sus composiciones pictóricas, lo hacen merecedor de una atención especial por parte de la crítica de arte dominicana. Variedad cromática y transfiguración del espacio visual apuntan a caracterizar su temporalidad sensible y su visión crítica de la tradición pictórica. Pido atención a este artista de magia técnica e inventiva geométrica, en sus composiciones plásticas de resonancias abstractas.

Ramón Mesa ante su obra. Museo de las Telecomunicaciones.


Ramón Mesa y Basilio Belliard. Museo de las Telecomunicaciones, Santo Domingo.




Portada del catálogo de la  exposición Ramón Mesa, Visual 0.7.
Portada del catálogo de la  exposición Ramón Mesa, Visual 0.7.






MESA, FERTILIDAD DE DEMIURGO en tiempos de complicidades estéticas

El escritor Ismael Díaz Melo presenta obra del artista Ramón Mesa
  Por Ismael Díaz Melo

Allí, en la soledad abierta,
nos espera también la trascendencia:
 las manos de otros solitarios”. 

(El laberinto de la soledad, Octavio Paz)


Ramón Mesa tiene un bien ganado prestigio en los círculos culturales dominicanos. Sus intereses artísticos son muy diversos y abarcan los campos de la literatura, en varios géneros, la gestión cultural y la pintura. Como escritor ha obtenido premios y reconocimientos en diferentes certámenes y ha publicado libros y artículos. Su labor como gestor cultural y protector del patrimonio histórico y medio ambiental es de antología: fundador de talleres literarios, instructor de escritura creativa, fundador de agrupaciones literarias y de la Bienal Nacional de Cuentos, coordinador de festivales culturales, entre estos el de Cuevas de Pomier, que promueve la preservación y difusión del legado dejado por los indígenas tainos. Su trabajo como editor incluye más de una decena de publicaciones, entre libros y revistas.

Ramón Mesa, artista plástico, escritor y gestor cultural
Ramón Mesa 
A pesar de haber participado en doce exposiciones colectivas y presentado su obra en cinco exposiciones individuales, la faceta como pintor de Mesa es la menos conocida. Es sin embargo esta otra pasión la que mejor lo retrata como un artista múltiple (neo renacentista, en su visión totalizadora del arte), intenso, ecléctico y comprometido.


La pintura es para Mesa el escenario donde puede desinhibirse y desbordarse. Gritar y sufrir. Llegar a estado de goces estéticos que lo acercan a niveles de paroxismo creativo, hasta convertir la poesía en colores, la narrativa en líneas. Denunciar, exigir y sobretodo soñar. Y dejar que se desboquen los jinetes insomnes de la creatividad en un despliegue emocional propio de la catarsis.

Es por tanto su arte la puerta de escape de una realidad circundante que condena al olvido a su querido Sur; que destruye ríos; que privilegia el consumismo insulso; que  amenaza la memoria tangible del taino; que condena a los pobres a vivir en tugurios. Es su pintura un lienzo para la denuncia, sin devenir en lo panfletario, y es también un predio para sembrar compromiso y conciencia. Lo de este versátil artista es un arte signado por un código ético, regido por un patrón conductual.

La exposición Visual 0.7 nos presenta una década (2005-2015) de desgarros pictóricos que Mesa ha dividido en las series: El perro fronterizo; Habitantes; Piedras para amurallar el río; Consumismo; Taino Pomier y Serie roja.

RAMÓN MESA, obra de la serie El Perro fronterizo.
RAMÓN MESA El Perro fronterizo. 
Todos los cuadros tienen formatos amplios (algunos muy generosos en sus dimensiones) teniendo como soportes telas y usando diferentes técnicas para su ejecución. La exposición, aunque  diversa en los tonos y los recursos aplicados, se lee como una autobiografía del pintor. Como un todo subdividido en episodios de una vida marcada por cicatrices muy profundas. Cada serie goza de plena autonomía. La exposición es entonces una colección de poemas o de cuentos, de esperanzas o de sueños que se explayan en una especie de geografía íntima, en un territorio emocional donde se descodifican sentimientos muy intensos. Hay mucho de experimentación-exploración en estas obras, lo que pone en evidencia la búsqueda de un estilo personal, de una voz definitoria y quizás definitiva.

El Perro fronterizo
Este animal, cuasi mitológico, llamado a ocupar un sitio en el imaginario del bestiario caribeño, protagoniza una epopeya de supervivencia en un entorno adverso, inhóspito, desolado. Aunque de factura sureña dominicana, tiene un simbolismo de lectura universal por lo que semióticamente puede ser asimilada por cualquier persona, independientemente de su nacionalidad. Es por tanto un símbolo de aprehensión universal, como aquella paloma picassiana o esos caballos de Botero.

Es un perro? famélico, solitario que a veces se mimetiza con el paisaje y su cabeza se torna cambrón o cayuco u horno de carbón. Su cabeza se estira, se desprende, se­­­ bestializa.

Representa lo real maravilloso del Sur: Parece un bacá o un galipote o quizás una metáfora que se lanza a la conquista de una luna sangrienta.

Su paleta hernándezorteguiana está dominada por los tonos oscuros, lo que acentúa la percepción de estar frente a un ser enigmático que ha caído en los hechizos de una magia ancestral. Una magia errante como el fabuloso canino, que provoca la transmigración de sus pasiones en los contornos de la noche.

Las fronteras donde se ubican las errancias infinitas de este perro no son solo alusivas a la guardarraya dominicana-haitiana, con toda su pobreza material y riqueza mágico-sensorial, sino a todos los bordes posibles, a toda suerte de marginalidad, exclusión y carencias.
El perro casi siempre ocupa el centro del cuadro lo que enfatiza su condición de protagonista de la composición. Su fuerza expresiva radica no solo en sus gestos sino también en la solidez y seguridad de los trazos audaces con los que Mesa delimita sus contornos en una obra de recursos minimalistas pero elocuentes.

Más allá de las indudables aciertos pictóricos, en esta serie de la obra de Mesa subyace una intensa carga poética (el autor no puede eludir sus vínculos con la literatura) que logra desbordar los límites del cuadro y consiguen conmover, a veces sacudir, los sentimientos del espectador.

  
Habitantes
En un país con un alto déficit habitacional, tanto en cantidad como en calidad, tener una vivienda sigue siendo el anhelo más difícil de conseguir para los sectores económicamente más carenciados.

En las periferias y en los resquicios urbanos; en las orillas de ríos, arroyos y cañadas, endebles tugurios hacen las veces de viviendas. Crecen de forma espontáneas, como hongos silvestres, al conjuro de la noche. Se tejen con los materiales más inverosímiles, incluyendo privaciones y sueños. Estas casitas terminan adosándose a otras similares y conforman un amplio tapiz de penurias y desesperanzas. Un mosaico de pobreza.
RAMÓN MESA, de la serie Habitantes 

Esta serie retrata una realidad desgarradora, donde se evidencia la absoluta desprotección de los más pobres. De los habitantes más sufridos y necesitados, pero Mesa tiene para esa crudísima realidad un pincel compasivo que suaviza, con trazos casi infantiles, esa situación y para esta recrea unas casitas de factura onírica que cual ligeras chichiguas, a veces, vuelan, o pretender volar, pero permanecen arraigadas al suelo que es lo mismo que decir que siguen amarradas a una pobreza ineludible.

En este conjunto, donde predominan el blanco y el negro, a veces hay vestigios de colores primarios como un chispazo de alegría, como un guiño de ojo para que no olvidemos las exuberancias coloristas del trópico.

Estas casitas surrealistas continúan la línea compositiva minimalista que caracteriza a Mesa: Pocos elementos, fondo sencillo, predominio de un solo eje, monotemático. Tienen un precario equilibrio. Una fragilidad de mordaza.

Piedras para amurallar el río
La preocupación de Mesa por el medio ambiente se pone de manifiesto en la serie piedras para amurallar el río. Es un canto que denuncia no solo el deterioro de nuestros ríos sino además la absurda pretensión de amurallarlos, de alejarlos de los habitantes de las comunidades que rozan, usando soluciones que afean y disocian su naturaleza. Esta serie es la de mayor riqueza artística. La que pone de manifiesto los mejores dotes de Mesa. Son cuadros neo expresionistas, ricos en el uso de texturas, colores y recursos extra pictóricos. Predomina la composición de eje horizontal (como debe ser, atendiendo al tema) donde no se escatiman recursos, gestos y alusiones.

RAMÓN MESA, obra de la serie Piedras para amurallar el río.
RAMÓN MESA, Piedras para amurallar el río.  

Son cuadros de una geometría alucinante, casi abstractos, en los que están presente collages de diversos materiales, especialmente mallas metálicas, y los fondos son trabajados con minuciosidad de orfebrería detallista.

Hechos con trazos firmes, de libertad absoluta, estos pigmentos impregnan los lienzos de una fluidez que recuerda a Heráclito y su fundamento de que todo está en el cambio incesante.

Con esta serie Mesa logra impactar otra vez la abulia ciudadana. Nos pone en el campo de las añoranzas, de las nostalgias infantiles, cuando un río ribereño a nuestras ciudades era un aliado, no una amenaza. Se tenía entonces una visión bucólica del rio: con agua, árboles y trinos de pájaros.

Este artista necesario, dadas las circunstancias actuales de amenaza en que están los recursos naturales, hace que un pincel recite un poema, que te diga de qué color son los miedos. Así como el poeta Incháustegui alguna vez nos dijo: “Patria, sin ríos, los treinta mil que vio Las Casas están naciendo en mi corazón”, Mesa nos convoca a presenciar el milagro del nacimiento de un río (o de incontables ríos) que fluyen, ya no por un sendero natural, sino por sus fecundas arterias, por sus venas generosas y por la irredenta soledad de sus pasiones.
  
Enero, 2016.


Pintor dominicano RAMÓN MESA, obra: Piedras para amurallar el río.
RAMÓN MESA. De la serie Piedras para amurallar el río.


artista dominicano RAMÓN MESA. de la Serie Taíno-Pomier
RAMÓN MESA. Serie Taíno-Pomier