Por Basilio Belliard
Entre el cielo y la tierra, los ríos simbolizan la
vida, en su eterno fluir, tal y como lo poetizó Jorge Manrique en su célebre
poema Coplas a la muerte de su padre, al cantar que: “nuestras
vidas son los ríos que van a dar a la mar, que es el morir”. Los ríos, pues,
representan la dialéctica de la vida y la muerte: encarnan el tiempo, en su
efervescencia constante, y su fluir dinámico y eterno. Pueden ser fuentes de
inspiración de poetas y artistas, como lo ha hecho el pintor y escritor san
cristobalense, Ramón Mesa, en su Exposición Pictórica Individual,
titulada Visual 0.7, y en la Serie “Piedras para amurallar el río”.
Esta muestra de cuadros -en técnicas mixtas- articula
una visión estética del paisaje, desde el horror y el espanto. Los peces y las
piedras son los protagonistas, en un ritual abstracto de la contemplación
visual. Peces esqueléticos que naufragan, víctimas de las inundaciones; apologías
de las piedras y alegorías del futuro, esta serie de pinturas prefiguran una
memoria de la lluvia y de la vida. Física y metafísica, ciencia y ficción
visual, esta exposición representa un ritual onírico de la abstracción, con la
que Ramón Mesa se consagra -a mi juicio- como un artista plástico que le
imprime un matiz lírico, de raigambre conceptual, a su universo visual. Era de
esperarse, pues se trata de un escritor de sensibilidad poética y un pintor de
imaginación conceptual. Mesa se inscribe en una larga tradición de
pintores-escritores que se remonta, elocuentemente, a William Blake y Henri
Michaux, a Rafael Alberti y José Hierro, a más de los surrealistas, quienes
sostuvieron un diálogo onírico entre la pintura y la poesía, como lo hicieron,
en su época, los románticos.
El artista plástico Ramón Mesa y el crítico de arte Basilio Belliard |
Códigos y símbolos algebraicos conforman una semántica
visual, cuyo epicentro de abstracción reside en el agua –del río o de la lluvia
que cae. “Poética del espacio”, caudal de luz y de sombra, Visual 0.7 es,
en cierto modo, un elogio a la tecnología y a la naturaleza. Memoria y
futuro se entrelazan, matrimonian y yuxtaponen, entre la angustia del devenir y
la nostalgia del dolor. En ese sentido, su propuesta pictórica actúa no como
sátira ideológica al medio ambiente, sino como crítica, desde una perspectiva
artística trascendente.
Conocí a Ramón Mesa como cuentista y luego como un
eficaz gestor cultural. En los últimos años también lo he visto en su faceta de
pintor, y cada vez me sorprende su evolución trasformadora, en el orden estético,
y su potencia conceptual, destreza técnica y dominio de la composición
abstracta. Sus cuadros se leen como poemas visuales, de una espléndida
orfebrería técnica y textural, así como de una insólita variedad expresiva. Su
gramática plástica y sintaxis visual nos hacen evocar a Antoni Tápies y a
Kasimir Malevich, así como a otros artistas informalistas y
expresionistas. La magia de su paleta, en lo atinente a transferir e imbricar
códigos visuales y aliento poético a sus composiciones pictóricas, lo hacen
merecedor de una atención especial por parte de la crítica de arte dominicana.
Variedad cromática y transfiguración del espacio visual apuntan a caracterizar
su temporalidad sensible y su visión crítica de la tradición pictórica. Pido
atención a este artista de magia técnica e inventiva geométrica, en sus
composiciones plásticas de resonancias abstractas.
Ramón Mesa y Basilio Belliard. Museo de las Telecomunicaciones, Santo Domingo. |
Portada del catálogo de la exposición Ramón Mesa, Visual 0.7. |
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